Evangelio del Domingo 9 de mayo de 2010
"El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él". Jn 14,23.
Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme. Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas. Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo. Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros. Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo. Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad."
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo. Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder. Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros. Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio. Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.
Esta oración, si así lo deseas, la puedes llevar a cabo en un panteón.
Del santo Evangelio según san Juan 14,23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien se lo enseñe todo y se los vaya recordando todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no les la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: "Me voy y vuelvo a su lado." Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigan creyendo."
Palabra del Señor
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
Para esta oración pidamos al Buen Señor que nos muestre nuestra verdadera forma de amarle y si en verdad es amor a Él, a Jesús, o es amor a nosotros mismos, o es algo con lo cual nos engañamos y pretendemos engañar a los demás, o si es falta de valor de nuestra parte de querer en verdad hacer vida Su palabra y desear que hagan morada en mí Él, Jesús y el Espíritu Santo. Que en esta oración podamos contemplar ésto.
Quinto Momento: Puntos:
En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente. Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.
Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido. Se trata entonces de que la oración "refleje" algo de mí, que "ilumine" algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar. Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo. No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.
La propuesta de esta semana va en el sentido de reconocer cómo es mi amor a Jesús.
El que me ama es aquél que…
- que va a misa todos los domingos y fiestas de guardar.
- que desgrana todos los días su Rosario.
- que obedece fielmente todo lo que el cura le dice…
PERO, si en verdad ME AMA, CUMPLE MI PALABRA:
- Sí, es el que va a misa, pero además hace de su vida una constante Eucaristía y se comparte él o ella misa con todos los demás
- Sí, es aquél o aquélla que desgrana Rosarios, pero en estos Rosarios cada cuenta es una obra de misericordia que ha hecho con tanto amor que ya no recuerda si la hizo y ni siquiera a quién se la hizo.
- Sí, es aquél y aquella que obedecen fielmente al cura de la Parroquia, pero que también se dan cuenta que, como hombre, es falible y que quien los ha invitado a seguirle es Jesús mismo, por lo tanto no se quedan en lo que el cura les dice, sino que disciernen.
Porque el que no me ama NO CUMPLIRÁ MI PALABRA…
- Irá a misa pero de nada le servirá porque lo hace por el cumplimiento de una tradición y de un mandato, no por amor, y si no hay amor aquí, ¿cómo será posible que reproduzca el amor que se le desea transmitir a través de la Eucaristía?, ¿cómo será posible que quiera hacerse comunión con los demás.
- Rezará Rosarios y letanía, encenderá veladoras y cirios, repetirá novenas y cuantas cosas se le atraviesen, pero si no me ama, ¿de qué sirve tanto rezo y alabanza(¿?)? Está buscando a un Jesús milagrero, a una Virgen cumplidora de caprichos, a un santo paternalista, a alguien que evite las penas y los sufrimientos propios de la vida; y si no se le conceden sus deseos se retirará porque nunca hubo amor.
- Hará todo lo que le indique el cura sin cuestionarlo, porque como no ama, no puede creer que mi Papá y Yo queremos hacer morada en él o en ella, y hacer morada en su alma significa que el Espíritu está con él; pero si estamos con él es necesario que él escuche y se arriesgue a equivocarse, pero le resulta más fácil que otro interprete lo que Nosotros le invitamos a él.
Así pues:
- ¿Cómo es que yo materializo, cómo es que concreto, cómo es que hago vida y realidad palpable este amor que digo sentir por Jesús.
- ¿Cómo es que este amor que presumo tener por Jesús, me trasciende a mí mismo y llega y llena la vida de los demás?
- ¿Conozco lo suficiente a este tal Jesús a tal grado de que pueda decir que lo amo?
- La paz que el amor por Jesús me deja, esta a la cual llamo yo mi paz, ¿es la paz de Cristo Jesús o es la paz de los sepulcros?
No confundas la paz de los sepulcros con la paz de Cristo Jesús. Cuando Jesús le da la paz a sus discípulos se las da en la última cena, presintiendo mucho del dolor que le venía, y ahí da su paz. Nada tiene que ver esta paz con la paz de los sepulcros, con la paz donde nada pasa, con la paz de los que ya no están en este mundo o están en él como si no lo estuvieran, como si estuvieran en los sepulcros, porque esa paz que ellos siente es una paz de muerte, de muertos y el Dios de Jesús es un Dios de vivos. Que tu paz sea la de Cristo Jesús y no la de los sepulcros y no la de aquellos que habitan ya, desde su tiempo, en los sepulcros
Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar. No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús. Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración. Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con Jesús desde la paz que yo vivo y le presento y le doy mi paz, y veo sus reacciones. Le pido también que me de su paz y me plazco en recibirla.
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor. Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella. Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.
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