domingo, 14 de marzo de 2010

"El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra"


Evangelio del Domingo 21 de marzo de 2010
Quinto Domingo de Cuaresma.



"El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra". Jn 8, 7b.

Primer Momento:

Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.

Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.

Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.

Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.

Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).

Segundo Momento: Oración Preparatoria:

San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:

“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad."

Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.

¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.

Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:

Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.

Para esta oración, te invito que tomes una piedra y que la tengas en tu mano durante la oración.

Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?"
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor."
Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
 Palabra del Señor


Cuarto Momento: Fruto A Pedir:

Para esta oración pidamos al Señor que, así como Él nos ha perdonado y nos perdona, que así también nosotros perdonemos y amemos.  Pidamos al Señor que así como Él hace justicia, así lo hagamos nosotros, no por la ley, sino por el amor.  Pidamos al Señor que nos siga acrecentando esa capacidad de indignarnos ante las injusticias, pero que nuestro sentimiento no sólo se quede en un coraje, en  una plática de sobremesa, sino en un modo y en un estilo de vida y de actuación en ella, en un modo de ser hombre, de ser mujer y de ser cristianos.
  
Quinto Momento: Puntos:

En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.

Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración "refleje" algo de mí, que "ilumine" algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.

Esta semana les propongo que reflexionemos sobre nuestras maneras de juzgar, enjuiciar, de defender al derecho y de actuar conforme a una ley, a una moral y a una ética.

§  Primero voy a traer a la cabeza y al corazón a aquél, a aquella o aquello (y por qué no, a mí mismo si así lo creo conveniente) que tanto coraje me causan, a éso que con tantas ganas deseo desaparecer, que desearía que no existiera, éso que no puedo aceptar y ni siquiera resignarme.  Aquello que no puedo tolerar y que no quiero tolerar.  Eso que tanto quiero justificar por leyes, tradiciones y modos para decir que está mal.
§  Con la piedra que tengo en la mano, veo y reconozco a aquél, a aquella o aquello a quien se la quiero aventar.  Pero cuando reconozco a aquél o aquello que estoy atacando y juzgando con tanto ahínco; al grado de querer aventarle una piedra, al grado tal que quiero lastimarlo, al grado de querer eliminarlo; o bueno, pero como somos tan buenos, al grado de querer darle un escarmiento para que aprenda; cuando reconozco ésto, reflexiono, en el fondo de mí, que ésto que estoy atacando dice, habla y grita mucho de quién soy y de qué quiero y busco en realidad.  En el caso de los escribas y fariseos, buscaban ponerle una trampa a Jesús, no cumplir la ley.  Pues bien:
o    ¿A quién o a qué juzgo y ataco con todas mis fuerzas? (Perdón, esta página es para gente muy malvada, aquellos que no juzguen y ataquen a nadie, pues absténganse de leerla y oren por los que hacemos ésto).
o   ¿Qué juzgo y ataco de esa persona, situación o institución?
o   ¿Qué quiero y deseo que todos vean en él, ella o ello para que juzguen del mismo modo en que yo lo hago?
o   ¿Qué pretendo ganar yo con ello?
o   Si se logra ésto que yo pretendo ganar o demostrar, ¿cómo salgo yo beneficiado con todo ésto?, ¿qué logro en lo personal?

§  Bien, puede ser que yo, al igual que los escribas y fariseos pretenda o quiera defender una ley, una tradición, una costumbre, alguna moral o alguna ética:
o   Estas leyes, tradiciones, costumbres, morales o éticas, ¿tienen fundamento en el amor, en el perdón, en la misericordia, en la comunión entre individuos, en la reintegración del que falló, o sólo se basan en decir quién es bueno y quién es malo?
o   Si yo sigo y obedezco muy de cerca a estas leyes, tradiciones, costumbres, morales o éticas, ¿no será acaso que quiero ser bueno?, y peor aun, ¿no será acaso que yo quiero que los demás me vean como “el bueno”? (Acuérdate que los buenos ya dejaron de leer desde la primera pregunta, así que los que estamos haciendo este ejercicio partimos de que no somos buenos).

§  Jesús en este fragmento invita a escribas, fariseos y público oyente a que cumpla la ley, pero propone que antes de aplicarla con todo su rigor, nos revisemos a nosotros mismos.  Una ves que uno ha hecho su propio examen, pues bien, a aplicar la ley.
§  No creo que se trate entonces de solapar las injusticias y permitir que todo se haga, porque a final de cuentas todos “tenemos cola que nos pisen”.  Se trata de NO hacer justicia COBARDEMENTE.  De NO hacer justicia cuando mis intenciones son otras.
§  Se trata de HACER JUSTICIA sabiendo que uno trae una cola muy larga que puede ser pisada (y que hasta nos enredamos y tropezamos con ella).  Y que por esa misma cola que, cuando uno se examina RECONOCE, no solo en pecado sino en la misericordia; que ahí, en esa dinámica de reconocimiento del propio pecado pero también de la misericordia, desde ahí pidamos nosotros también que al otro SE LE HAGA JUSTICIA.
§  Que se haga justicia desde el amor, el perdón, la misericordia y el Espíritu de Jesús nuestro Señor y no sólo desde las leyes.

“De modo que la ley era nuestro amo hasta que viniera Cristo y recibiéramos la justicia por la fe; pero al llegar la fe, ya no dependemos del amo”. (Gal 3, 24-25).

§  Sí, ahí están los casos del P. Maciel y los curas pederastas, y que bueno que nos indigne su actuación y la de aquellos que han querido o quisieron taparlo (ojo, no sólo los taparon los jerarcas de la Iglesia Católica).  Pero…
o   ¿Por qué y contra quién estoy indignado?
o   ¿Quiero que se le haga justicia a las víctimas o quiero que se le aplique todo el rigor de la ley a los pederastas?
o   ¿A quién, en verdad, estoy defendiendo y a quién estoy atacando?
o   ¿Estamos pidiendo más sangre para calmar la ira de los “dioses de la justicia” o estamos además pidiendo por la justicia de las víctimas?


§  También ahí están las bodas entre parejas homosexuales:
o   ¿Por qué quiero evitar que se formalice su unión?
o   ¿A quién o a qué estoy defendiendo con esta postura?
o   ¿A qué leyes acudo para justificar mi defensa?
o   Entonces, ¿la ley ha de seguir prevaleciendo?

Si la ley es lo único que cuenta, ¿para qué queremos al Espíritu?
Si la ley es lo único que cuenta esperemos el regreso de Jesús para que se lleve a Su Espíritu y nos deje un nuevo decálogo.

“Ama y has lo que quieras” (Agustín de Hipona)
Ama, pero cuando ames como Jesús, o al menos como Agustín, has lo que quieras.


Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.

Sexto Momento: Coloquio:

Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús.  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.

Platico con Jesús pero con la piedra en la mano y le digo todo lo que esta piedra significa para mí y todo lo que significa querérsela aventar a aquél, a aquella o aquello; le digo en qué leyes, tradiciones, costumbres, morales o éticas me estoy basando para justificar mi lanzamiento de la roca.  Le digo todo ésto y espero su respuesta, aunque tal vez ya la conozca:

“Si estás libre de pecado, avienta la piedra”.

Señor, dame Tu Espíritu para poder perdonar como Tú perdonas, para ser como el padre de la parábola y que esa sea mi justicia.


Séptimo Momento: Examen De La Oración:

Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.

Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

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