Evangelio del domingo 30 de mayo de 2010
La Santísima Trinidad.
“Nos gloriamos de nuestras tribulaciones”. Rom 5, 3
Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme. Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas. Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo. Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros. Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo. Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad."
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo. Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder. Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros. Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio. Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.
Esta oración, si así lo deseas, llévala a cabo en un lugar solitario, en silencio, donde puedas reflexionar y meditar lo que estás orando. Contempla tu fe y tu actitud ante las tribulaciones.
De la Carta del apóstol Pablo a los Romanos 5, 1-5.
Pues bien, ahora que hemos sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo Señor nuestro. También por él –por la fe- hemos alcanzado la gracia en la que nos encontramos, y podemos estar orgullosos esperando la gloria de Dios. No sólo eso, sino que además nos gloriamos de nuestras tribulaciones; porque sabemos que la tribulación produce la paciencia, de la paciencia sale la fe firme y de la fe firme brota la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo.
Palabra del Señor
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
Pidamos al Espíritu Señor que nos regale el don de la fe en la vida misma, que en nuestra vida diaria podamos encontrar la esperanza que viene con la fe.
Quinto Momento: Puntos:
En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente. Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.
Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido. Se trata entonces de que la oración "refleje" algo de mí, que "ilumine" algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar. Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo. No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.
¿Cómo tomo yo a las tribulaciones?
- ¿Qué son para mí las tribulaciones?
- ¿De dónde provienen, qué origen tienen mis tribulaciones?
- ¿Por qué digo que son tribulaciones?, ¿qué las diferencia de un capricho?
¿Reconozco, me doy cuenta de que las tribulaciones forman parte de la vida misma, del hecho de vivir?
¿Puedo dejar de tener tribulaciones en la vida?, ¿puedo evitar tener tribulaciones en la vida?
- Morirán seres queridos, envejeceré y perderé muchas de mis facultades.
- Yo mismo soy una colección de sueños no realizados, mi vida es una colección de fracasos y tribulaciones constantes.
- Seguramente no soy todo lo que puedo ser ni todo lo que he querido ser y seguramente no tengo todo lo que me gustaría tener para vivir o lo que necesito para vivir (en México más del 50% de la población vive un grado de pobreza).
- Seguramente muchos de mis planes no se han cumplido y muchos de los que tengo actualmente no se cumplirán.
- Tal vez yo o algún pariente o amigo están padeciendo una enfermedad terminal o crónica.
Así pues, en la vida y mientras yo la viva, el sufrimiento, las tribulaciones son implícitas, son parte de la vida misma. He tenido, tengo y tendré tribulaciones mientras siga vivo.
Pero nos gloriamos de nuestras tribulaciones, porque sabemos que las tribulaciones producen paciencia.
Pero…¿Quién es el paciente?, sí, el que sufre, el que vive la tribulación, ¿pero cómo la vive?
- El paciente se aferra a la vida, permanece firme, toma el tratamiento (aunque en principio no le guste o parezca que éste le hace aun más daño, p.ej. la quimioterapia).
- Pero el paciente está a la “ESPERA” de algo y por ese algo es que “sufre” el tratamiento.
- El paciente no pone su mirada ni en el sufrimiento ni en la tribulación ni en el tratamiento. Sí, los padece, pero su mirada traspasa a éstos.
- Que podemos quedarnos en el proceso, ¡sin duda!, pero el haber caminado parte de él con la vista más allá de éste nos habrá dado un modo diferente de vivirlo.
…de la paciencia sale la fe firme…
¿Basta entonces sufrir y padecer para alcanzar la fe?
- Creo que no. La fe es don y por lo tanto regalo. Pero indudablemente hay algo en el proceso que nos posibilita a ello, que nos posibilita a recibir el don de la fe.
- Hay algo en el proceso que posibilita, precisamente, a poner la mirada más allá de lo que se está viviendo, pero sin dejar de vivirlo.
- Es decir, se vive y padece el sufrimiento, la tribulación, pero este vivir y padecer posibilitan, dan lugar a que el Señor pueda donarnos la fe.
…Entonces, ¿hay que buscar el sufrimiento para tener acceso a la fe?
- Sería estúpido e inhumano buscar el sufrimiento por sí mismo. Además por qué empeñarnos en buscar algo que, como hemos visto, por sí mismo llegará.
- Creo que la propuesta de Pablo va en el sentido de poner nuestra mirada más allá de los sufrimientos y tribulaciones, la pone la mirada en Cristo Jesús. La propuesta de Pablo busca que no nos atoremos en la tribulación, en el sufrimiento sino que de éste se engendre la paciencia, el ser pacientes; y que de esta paciencia se abra la puerta para recibir la fe, pero…
¿Qué es la fe?
- A mi modo de ver, la fe es eso que mantuvo a Abraham creyendo (aun y con sus dudas temporales) que iba a ser el padre de naciones y que iba engendrar un hijo con Sara, cuando ambos pasaban ya de los cien años.
¿Qué diferencia hay pues con la esperanza?
- Pareciese que la fe es la que permite mantener la esperanza y el mismo Pablo lo menciona.
- Yo tengo fe, vivo el sufrimiento, la tribulación de modo tal en que confío en que algo se va a dar más allá de la tribulación misma.
- Pareciese pues, que no se puede hablar de fe sin hablar al mismo tiempo de esperanza, ni de esperanza sin hablar de fe, porque, ¿cómo es posible que tenga fe y no espere nada o a nadie?
- Pareciese entonces que la fe es el modo en que se vive (perseverando, creciendo, creyendo, intentando, luchando, aguantando,…) mientras llega aquello que se espera.
Por eso Pablo no le teme a la tribulación, al sufrimiento, al contrario, se da cuenta de que éste posibilita a la fe y a la esperanza…
…y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el don del Espíritu Santo…
- Si se vive con fe se vive entonces con alegría porque hay esperanza.
- Por eso es que la fe nos salva. Sí, están las obras, pero las obras sin fe (y por ende sin esperanza), tarde o temprano nos cansarán.
Pero al mismo tiempo no hay fe sin un modo de obrar y de vivir. La fe se transluce en estos y la fe se vive en estos. Porque mientras no se alcance lo esperado hay que vivir y obrar en la tribulación, y se vive y se obra en función de aquello que se espera y aquello que se espera se espera gracias a que el Espíritu nos ha donado a la fe.
Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar. No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús. Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración. Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con Jesús y le expongo lo que es mi fe y lo que mi fe me lleva a esperar, y dejo que me responda.
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor. Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella. Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.
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