domingo, 9 de mayo de 2010

¡Galileo, Galilea! ¿Qué haces mirando al cielo?


Evangelio del domingo 16 de mayo de 2010
La Ascensión del Señor.
   "Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir". Hch 1,11.
 Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad."
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.
Esta oración, si así lo deseas, la puedes llevar a cabo en un lugar elevado, la cima de un monte o la azotea de tu casa.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
En mi primer libro, querido Teófilo, conté todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido.
Después de su pasión, se les había presentado vivo durante cuarenta días, dándoles muchas pruebas, mostrándose y hablando del reino de Dios.  Mientras comía con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre: la promesa que yo les he anunciado –les dijo-: que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados dentro de poco con Espíritu Santo.
Estando ya reunidos le preguntaban: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?” Él les contestó: “No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su propia autoridad.  Pero recibirían la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaria y hasta el confín del mundo.
Dicho esto, los apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista.  Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personas vestidas de blanco se les presentaron y les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”.
 Palabra del Señor
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
Pidamos al Señor en esta ocasión a que nos ayude a dirigir la mirada hacia dónde tenemos que dirigirla, a que nuestra atención esté puesta en aquello a lo cuál Él nos invita.
 Quinto Momento: Puntos:
En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.
Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración "refleje" algo de mí, que "ilumine" algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.
La propuesta de esta semana va dirigida a reconocer en dónde y en qué tenemos puestas nuestras esperanzas: En un dios que está en el cielo o en un Dios que trabaja día a día, con nosotros aquí en la tierra.
¡Galileo, Galilea!, ¿qué haces ahí parada mirando al cielo?
  • ¿Estás esperando que llegue el político que te salve y que revierta tu situación económica?
  • ¿Estás esperando un nuevo Concilio ecuménico que cambie a la Iglesia a la cual perteneces?
  • ¿Estás esperando a que tu pareja, tu familia, tus hijos cambien para amarlos de verdad?
  • ¿Estás esperando que tu jefe valores tu trabajo para ahora sí echarle todas las ganas?
  • ¿Estás esperando que llegue el Ejército o la Marina a tu colonia para que haya paz en ella?
  • ¿Estás esperando que baje el Señor a resolver tus propios problemas, cuando no bajó a desclavar a su Hijo de la cruz, porque el haberlo hecho hubiese significado que tendría que estar bajando a cada rato y en cada momento a amarrarnos las agujetas de nuestros zapatos?
¡Galileo, Galilea!: Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como han visto alejarse…MIENTRAS TANTO:
  • Ora, recrea, practica lo que Él hizo contigo.
  • Deja de mirar al cielo y empieza a ver a tu alrededor y a ti mismo, y date cuenta de lo que tienes, de lo que puedes y a quienes tienes para trabajar por el Reino de Dios que es el Reino de Cristo.
  • Deja de ver hacia arriba y date cuenta que de arriba sólo viene la gracia que te da la fortaleza de vivir acá abajo, tal y como Jesús vivió acá abajo.
  • Deja de voltear tanto hacia arriba y comienza a voltear hacia tus hermanos y hermanas, deja de añorar el Reino de los Cielos que tendrá su momento de venir y ponte a trabajar para que el Reino de Dios comience aquí en la tierra.

Recuerda que Jesús se ENCARNÓ en este mundo y en esta realidad, que fue en ella donde vivió, donde trabajó, donde creció, donde enseñó, donde sufrió, donde fue traicionado, condenado y asesinado, donde resucitó y del cual ascendió.  Recuerda que fue en este mundo donde se quedaron sus apóstoles a reproducir y tratar de hacer lo que Él hizo, así que pongámonos a hacer lo mismo que Jesús y sus apóstoles hicieron.
Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús.  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con Jesús desde este monte, desde esta azotea desde la cual contemplo los cielos, pero desde la cual también puedo contemplar la tierra, y le pregunto a Jesús en dónde me invita a trabajar, y dejo que hable…
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

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