martes, 15 de junio de 2010

Y TÚ, ¿QUIÉN DICES QUE SOY YO?


Oración para el Domingo20 de junio de 2010
Décimo Segundo Domingo Ordinario.
 
Y tú, ¿quién dices que soy yo?.  Lc 9, 20.

Primer Momento:

Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.

Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.

Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).

Segundo Momento: Oración Preparatoria:

San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad.”

Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.

¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.

Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:

Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.

Esta oración te invito a hacerla frente a un rostro de Jesús o frente a una imagen de él.

Del Santo Evangelio según San Lucas 9, 18-24.

Estando Jesús una vez orando a solas, se le acercaron los discípulos y él los interrogó: “¿Quién dice la multitud que soy yo?”
Contestaron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de los antiguos”.
Jesús les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Respondió Pedro: “Tú eres el Mesías de Dios”.

Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie.  Y añadió: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.  

Y a todos les decía: “El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame.  El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí la salvará”.
Palabra del Señor

Cuarto Momento: Fruto A Pedir:

Pidamos esta vez que el Señor nos abra nuestro entendimiento para saber quién es ÉL, Jesús, el Cristo, para mí.

Quinto Momento: Puntos:

En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.

Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración “refleje” algo de mí, que “ilumine” algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.

¿Quién digo yo que ES JESÚS?, para mí, ¿quién ES ÉL?


  • ¿Es una serie de recetas para orar y, que si lo haces se te cumplen tus deseos?
  • ¿Es una serie de normas, preceptos morales y leyes, las cuales, si no las cumplo me condeno?
  • ¿Es un “santito” más al cual hay que rezarle para conceder deseos?
  • ¿Es un hombre que ni siquiera creo que existió, mucho menos que EXISTE Y QUE ES?
  • ¿Es una costumbre, una bonita tradición que está por desaparecer?

¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?
¿Cuando los demás me preguntan: ¡Eh tú, Cristiano!, quién es Jesús para ti, cuál es mi reacción?

  • Me pongo nervioso y me río y le digo que yo no creo en supersticiones, que no creo en aquello que no puedo ver ni tocar.
  • Saco mi Biblia y comienzo a “moralizar” en lugar de evangelizar.
  • Le digo: “Yo soy cristiano por tradición no por convicción”, y levanto mi cara y saco mi pecho orgulloso de mi respuesta.
  • O, simplemente levanto los hombros en señal de duda.

Pero, cuando Jesús me mira a los ojos y me llama por mi nombre y me pregunta: (Pongo mi nombre, como me dicen las personas que me aman), ¿quién dices que soy yo?

  • ¿Qué le contesto?
  • ¿Existe este momento en mi vida, lo reconozco, en que Jesús ha fijado su vista en mis ojos y me ha hecho esta pregunta?

Si este momento no existe en mi vida, ¿cómo pretendo llamarme a mí mismo cristiano si ni siquiera conozco a Aquél por el cual llevo este sobrenombre?
¿QUIERO EN VERDAD SER LLAMADO CRISTIANO EN…


  • …Una Iglesia vieja, pecadora y en la cual sus religiosos, sacerdotes y jerarcas, en los últimos años, están muy lejos de dar, ya no un ejemplo Cristiano, sino al menos un ejemplo humano?
  • …Junto con otras y otros que se llaman cristianas o cristianos pero que sólo lo son los “domingos y fiestas de guardar”?
  • …Junto con tantas y tantos cristianas y cristianos que así se llaman, pero que su cristianismo les da el sitio para convertirse en jueces de los demás, gracias a su moral, a su ética, a sus tradiciones, a sus libritos y desde ahí condenan al 99% del mundo (el 1% restante son ellos y sólo ellos)?

Es aquí donde hay espacio para ser Cristiana o Cristiano, en medio de una Iglesia llena de incongruencias humanas y pecados; pero, que a final de cuentas es una Iglesia HUMANA, formada por mujeres y hombres pecadoras y pecadores; es una Iglesia humana porque está constituida por humanos.  Es aquí donde hay que cargar “esta” cruz y seguir a Jesús.  Esta es parte de la cruz que como Iglesia nos toca cargar.  Esta es también la misma cruz que el mismo Jesús carga: A la propia Iglesia Santa y Pecadora.

¡Carguemos pues nuestra cruz y que con ello nos reconozcan los demás como Cristianas y Cristianos, que nos reconozcan porque vivimos intentando vivir como vivió el que VIVE: Jesús, el Cristo, por el cual nos queremos llamar CRISTIANOS.

Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.

Sexto Momento: Coloquio:

Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús,.  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejarlo hablar, dejar que me conteste y que me revire, reconocer lo que El quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.

Platico con Jesús, así, desde mi posición y le digo lo que he sentido, lo que se ha movido durante la oración, le digo quién es él para mí, qué es él en mi vida, cuáles han sido los momentos en que nos hemos visto frente a frente y nos hemos reconocido; después, dejo que él me conteste y QUE ÉL ME DIGA QUIÉN SOY YO PARA ÉL.

Séptimo Momento: Examen De La Oración:

Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.

Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

domingo, 6 de junio de 2010

PORQUE EL QUE MUCHO SE LE PERDONA, EN IGUAL MEDIDA AMA


Oración para el Domingo 13 de junio de 2010
Décimo Primer Domingo Ordinario.
Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, por el mucho amor que demostró.  Lc 7, 47.
Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad.”
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.
Esta oración te invito hacerla en cualquiera de los siguientes dos modos (de acuerdo a como tu te sientas): Ya sea delante de tu peor pecado, de ese que crees que nadie te puede perdonar; o bien delante de los que ignoras y haces a un lado por ser tan pecadores.
Del Santo Evangelio según San Lucas 7,36 - 8,3
Un fariseo lo invitó a comer.  Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa.  En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. 
Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón: tengo algo que decirte”.  Contestó: “Dilo maestro”.  Le dijo: “Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otros cincuenta.  Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda.  ¿Quién de los dos lo amará más? Contestó Simón: “Supongo que aquél a quien más le perdonó”.  Le replicó Jesús: “Haz juzgado correctamente”.
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello.  Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies.  Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra.  Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, por el mucho amor que demostró.  Pero al que se le perdona poco, poco amor demuestra.
Y a ella le dijo: “Tus pecados te son perdonados”.  Los invitados empezaron a decirse entre sí: “¿Quién es éste que hasta perdona pecados?” El le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado.  Vete en paz”.
A continuación fue recorriendo ciudades y pueblo9s proclamando la Buena Noticia del Reino de Dios.  Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que había sanado de espíritus inmundos y de enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juan, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes; Susana y otras muchas, que los atendían con sus bienes.
Palabra del Señor
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
Pidámosle al buen Jesús que nos regale su perdón, seamos quienes seamos y hayamos hecho lo que hayamos hecho.  Pidámosle que podamos disfrutar de su perdón en nuestro corazón.
Quinto Momento: Puntos:
En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.
Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración “refleje” algo de mí, que “ilumine” algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.
¿Me atrevo a acercarme a Jesús o, soy tan pecadora, tan pecador que ni siquiera “merezco” mirar su sombra?
¿Estoy cerca de Jesús, me sé cerca de Él?, si así es, ¿cómo y por qué digo lo anterior?
Nota: Esta oración está dirigida para pecadoras y pecadores.  Santos y santas; beatos y beatas; gente pía e inmaculada, no creo que esta oración tenga algo que decirles a ustedes.  Si lo prefieren se pueden brincar hasta la parte de los “Simones”.
Para aquellos que nos “creemos” los más grandes pecadores, los únicos, los más viles y despreciables del mundo; ésos que ni siquiera merecen la misericordia del Señor:
            ¿Cuál es ese pecado tan grave que me impide acercarme a Jesús? Ponle nombre, recuérdalo.
¿Estoy real y profundamente arrepentida o arrepentido de haberlo cometido?, ¿me duele en el fondo haber causado, haberme causado tal daño?
Por último, ¿quién crees tú que sea más grande: tu pecado o el amor de Jesús, el perdón de él?
Si tu respuesta es que tu pecado, pues has de ser alguien que no merece perdón, porque, para empezar, te crees tan grande, eres TAN SOBERBIA, TAN SOBERBIO  que piensas que tu mismo pecado de “humano” puede rebasar al amor de Jesús.  ¡Pobre! Y estate tranquilo, tu pecado no es más grande que el amor de Jesús ni tampoco lo es tu soberbia, aunque así lo creas.
Bien, pero si tu respuesta es “el amor de Jesús”, pues anda y ve con él, compra el frasco de mirra y unge sus pies con él; lava también sus pies con tus lágrimas y sécalos con tus cabellos.  Desahógate con él y escúchale, escucha lo que tiene que decirte, escúchale decirte: “TUS PECADOS TE SON PERDONADOS POR LO MUCHO QUE HAS AMADO”.  No seas tú igual al otro hermano quien prefiere quedarse con su soberbia.  Llora si quieres hacerlo y quédate ahí el suficiente tiempo para sentir el amor y el perdón de Jesús.
Para los Simones, para aquellas y aquellos que son tan inmaculados que el sólo hedor de la palabra pecado los hace taparse las narices:
¿Por qué te da asco este o aquella pecadora?: ¿porque fue infiel, porque es un pederasta, una corrupta, un violador? Sí, cometió un error, sí se le debe aplicar la ley humana porque vivimos en un mundo de leyes, porque somos incapaces de amar, porque somos incapaces de contenernos, porque somos incapaces de ver más allá de nuestro propio amor, querer e interés.  Pero…
Tal vez una mala noticia para ti es que Jesús perdonará al infiel, al pederasta, a la corrupta, al violador, al asesino porque estos se reconocieron pecadores y fueron a lavar sus pies con sus lágrimas.
Y tal vez ahora grites y maldigas por este Dios que no hace justicia.  Pero, ¡claro que hace y pide justicia!, lo hace porque el violado, el asesinado, el maltratado, el ultrajado, tal como él, fueron víctimas de un sistema y personas concretas.  Pero Jesús aun en la cruz, perdonó.  Pide justicia porque el perdón no la exime, la purifica, le quita todo vestigio que ella tenga de venganza.
En lo personal, yo me atrevo a decir y a confiar más en un pederasta, un violador, una infiel, un narcotraficante que han vivido este proceso de perdón que en ti, que no te atreves a vivirlo, que no te has atrevido ni siquiera a perdonar.  Confío en ellos más que en ti porque a esos otros que tú tanto desprecias MUCHO SE LES HA PERDONADO Y POR LO TANTO MUCHO AMARÁN, y a ti, no se te puede perdonar nada porque nada admites haber hecho y así, ¿QUÉ TANTO PUEDES AMAR TÚ QUE NUNCA HAS SABIDO LO QUE ES SER PERDONADO?...Tal vez por eso Jesús siempre ha preferido y buscado a los pecadores antes que a los que así mismos se llaman justos.

Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús, desde la posición que haya asumido en la oración (la de pecador soberbio, la de pecador perdonado o la de Simón).  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejarlo hablar, dejar que me conteste y que me revire, reconocer lo que El quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con Jesús, así, desde mi posición y le digo lo que he sentido, lo que se ha movido durante la oración; después, dejo que él me conteste.
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.