lunes, 1 de marzo de 2010

El Huerto Cristiano



Evangelio del Domingo 7 de marzo de 2010
Segundo Domingo de Cuaresma.

"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".   
(Lc 13, 8-9)


Primer Momento:

Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.

Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.

Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.

Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.

Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).

Segundo Momento: Oración Preparatoria:

San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:

“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad."

Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.

¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.

Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:

Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.

Para esta oración, al tratarse de una parábola de Jesús, sería tal vez conveniente que me sienta como la higuera de la cual se está hablando en la parábola.  Obviamente una higuera con conciencia de lo que de ella se habla.

Del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó: "¿Piensan que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Les digo que no; y, si no se convierten, todos perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y, si no se convierten, todos perecerán de la misma manera." 


Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".

 Palabra del Señor


Cuarto Momento: Fruto A Pedir:

Para esta oración pidamos al Señor que alcancemos a reconocer su misericordia en la vida diaria, no una misericordia lastimera, sino una misericordia alegre; no una misericordia de miedo, sino la misericordia del Señor que nos invita a que cada día demos fruto

Pidamos que el Señor nos muestre qué tan misericordioso es Él conmigo, y que con esta revelación no me sienta amedrentado, sino invitado a ser tan misericordioso con mis hermanos y hermanas como Él lo ES conmigo.

Quinto Momento: Puntos:

En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.

Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración "refleje" algo de mí, que "ilumine" algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.

Esta semana les propongo que reflexionemos sobre la propia vida, sobre el tipo de árbol que soy y sobre el fruto que estoy produciendo:

  • En todos estos años de vida “que me han sido regalados”, ¿he dado todo el fruto que puedo dar?

  • Si he dado todo el fruto que pudiese dar, ¡felicidades!, y pásame tus datos para seguirte y alabarte, porque seguramente has de ser la segunda encarnación de Jesús.
  •  En cambio, si tu respuesta es negativa (aunque no creo que lo sea del todo), pues bienvenido al “viñero Cristiano”.
  • ¿Qué es este viñero Cristiano? Pues este lugar donde estamos tu y yo, este mundo.  Donde tu y yo fuimos sembrados y hemos sido abonados; este lugar donde nos remueven la tierra y nos echan agua.  Es este lugar donde estamos y donde se sigue esperando que, al fin, DEMOS TODO EL FRUTO DEL CUAL SOMOS CAPACES.

  • Al ver el viñero, así como está en la actualidad, ¿qué pensaría el dueño de él?, ¿qué haría el dueño con él?

  • Nosotros mismo al ver el viñedo (mundo), pues nos damos cuenta que no está del todo bien.  Y, al verlo así, tengo tres opiniones del dueño del viñero: Es un pésimo administrador y campesino, de plano no le importa el viñero o es muy, pero muy paciente.



  • Pero bueno, no podemos hablar de un mal campesino o administrador, porque se trata de árboles frutales, que supuestamente deben dar fruto a su tiempo y bajo ciertas condiciones.  Entonces el problema no es tanto del dueño del viñero sino de los árboles que no están cumpliendo su función.
  • Ahora, sí, tal vez no le importe el viñero.  Pero si no le importara, ¿a qué vino Él mismo al viñero, a qué envío a Su Hijo a abonar el viñero? No sería esta una actitud contradictoria.
  • Entonces, al parecer, sólo nos queda como opción la última: Nos encontramos con Alguien que Es paciente hasta el extremo de perder su propia fortuna por la CONFIANZA que le tiene a sus árboles, a sus higueras.

  • Si se tratase, pues, de un Dios castigador, cruel, vengador y terrible, o de un Dios comerciante el cual nos intercambia oraciones, rosarios, veladoras y tantas cosas, ¿hace cuánto hubiera venido Él mismo a talar a los árboles que no dan fruto? 



    • Definitivamente estamos frente ante un Dios incognoscible, del cual, en teoría, somos sus semejantes.  Pues bien, este breve y concreto acto de paciencia, amor y misericordia me muestra a mí que, como higuera, hace muchos años debía de haber sido talado por mi falta de frutos.  Pero de nueva cuenta el Buen Señor, Dueño de la vida (tan dueño de ella que me la ha dado a mí y no me la cobra), me ha dado, de vuelta, otra oportunidad.
    • ¿Cuál es el fruto, Señor, que esperas que de? Creo que espera que de el fruto de acuerdo al árbol que soy.  Si soy peral, pues peras; si soy manzano, pues manzanas (ahora sí que el Señor no le pedirá peras al olmo).
    • Los árboles dan fruto a su tiempo, ¿cuál es mi tiempo?, o, ¿en qué tiempo permanezco: de permanente cosecha o de continua inmadurez?


    Que en esta Cuaresma mi árbol, al menos, de sombra a aquellos que la buscan.

    • ¿Qué necesito, qué requiero, con qué puedo multiplicar mis frutos?
    • Esto que necesito para multiplicar mis frutos, ¿es real, es posible, es factible o sólo quiero que se cumplan ciertas condiciones (muy parecidas a las mías) para empezar a dar fruto?
    • Como los árboles, estoy en un punto específico, al lado de árboles específicos.  Si me trasplantan es probable que muera, como cualquier árbol que queda desenraizado, o bien, puedo sufrir, pero empezar a dar el fruto que puedo, ¿por qué, en el lugar que estoy, es que no puedo dar frutos?
    • ¿Qué tipo de árbol soy?, ¿qué, cuál fruto soy capaz de dar?, ¿quiero dar fruto o quiero venderlo (y a venderlo ponle todas las connotaciones que tiene y que quieras, empezando con la connotación mercantil – comercial)?, es decir, quiero dar fruto o ¿quiero ser fructífero para venderme mejor?
    • ¿Quiero ser fructífero?, ¿quiero dar mis frutos?, ¿quiero que el Buen Señor goce de mis frutos, que en el fondo, son de Él (el árbol es Suyo, Él lo sembró)?
    • ¿Qué significa que el Buen Señor goce de mis frutos: dar de comer a algunas y a algunos o sólo a ciertos “elegidos” con los que pueda intercambiar frutos, con los que pueda hacer trueques, o dar de comer, precisamente, a aquel que le falta la comida?

    “Por sus frutos los conocerán” Mt 7, 20
    • A mí, ¿cómo me conocen, los demás y el mismo Señor?


    Que en esta Cuaresma, Señor, mi sombra y mi fruto sean signos de Tu misericordia, paciencia y amor.  Que en esta Cuaresma, Papá, pueda ser signo Tuyo en la tierra.  Que los demás puedan encontrar en este triste árbol hueco y sin fruto, en este pobre árbol deshojado, un signo de Tu presencia, pero un signo nuevo y fresco, no el signo acartonado que por años hemos dado a los demás.



    Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.

    Sexto Momento: Coloquio:

    Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús.  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.

    Para esta oración y si los puntos movieron en algo mi interior, puede ser bueno platicar con Jesús acerca de lo que encontré de Él en esta oración, también del tipo de árbol que soy, el fruto que estoy dando, cada cuando lo doy, por qué con esa periodicidad, etc.  Se trata de compartir con Jesús, con el viñador, aquello que encontré y que Él comparta conmigo lo que Él ve en mí.

    Séptimo Momento: Examen De La Oración:

    Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.

    Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

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