martes, 6 de octubre de 2009

Vende lo que tienes y sígueme

Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme. Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas. Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otro ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.

Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo. Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros. Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.

Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.

Así pues, démonos este tiempo. Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.

Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).

Segundo Momento: Composición Viendo El Lugar:

Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio. Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.

Conviene entonces hacer una primera lectura del Evangelio que se deseé orar en este momento, y a partir de ella, ir creando las imágenes, los sonidos, los olores, el clima, los sabores que el Evangelio evoca. También se ha de tomar en cuenta las personas que participan en las escenas y ver sus caras, gestos, sus ropas, etc.

Del santo Evangelio según san Marcos: 10, 17-30
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre."Él replico: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño." Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme." A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!" Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: "Hijos, ¡que difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios." Ellos se espantaron y comentaban: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús se les quedo mirando y les dijo: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo." Pedro se puso a decirle: "Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido." Jesús dijo: "Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más- casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna."
Palabra del Señor.

Tercer Momento: Fruto A Pedir:

En esta ocasión cambiaremos la petición del fruto de nuestra oración y le pediremos al Señor lo siguiente:

"Te pido Señor que me ayudes a descubrir aquellas cosas malas que hay en mí que me impiden seguirte en plenitud. Pero que también me ayudes a ver aquellas cosas buenas que hay en mí, pero las cuales, he desordenado y también me impiden que te siga en libertad. Ayúdame, pues, Señor, a tener libertad para seguirte."

Estamos pidiendo entonces conocer lo bueno y lo no tan bueno que hay en nosotros, pero que lo tenemos de tal forma desordenado, que nos ha quitado nuestra libertad, y con esta pérdida de libertad, nos es imposible seguir a Jesús por que estamos siguiendo otras cosas, tal vez, a nosotros mismos.

Cuarto Momento: Puntos:

En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.

Para esta oración, yo propongo los siguientes puntos, pero, como ya mencioné, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido. Se trata entonces de que la oración "refleje" algo de mí, que "ilumine" algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir. Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo. No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama (seguirle).

Les propongo entonces que meditemos los siguientes puntos con respecto a la injusticia de la cual nos habla el pasaje:

  • Este hombre, ¿en verdad buscaba la vida eterna?, si no, ¿qué era aquello que buscaba?
  • Cuando yo me acerco a Jesús, ¿qué estoy buscando?
  • ¿Puedo decir que yo sigo a Jesús en plenitud?, ¿qué es aquello que no quiero vender y me impide seguirle en verdad: seguridades, intereses, posiciones, dones, capacidades, amistades, cariños, aprecio, reconocimiento, poder, etc.?
  • Decía San Ignacio que la riqueza es el primer escalón de la bandera del Enemigo: ¿cuál es mi riqueza, qué es aquello que creo que es sólo mío y que si me lo quitan o dejo, dejo de ser quien soy? No es algo malo, sino algo que hemos desordenado.
  • Ésta, mi riqueza, ¿qué tanto me empobrece como ser humano, qué tanta libertad de acción, de pensamiento, de voluntad me ha quitado?, ¿hasta dónde manda más en mí mi riqueza que yo mismo?
  • ¿Hasta dónde, hasta qué punto estoy dispuesto(a) a seguir a Jesús, hasta el punto de venderla y darla a los pobres?

Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se tendrá que abocar y ahí tendrá que profundizar.

Quinto Momento: Coloquio:

Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús. Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración. Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.

Creo que este puede ser un bueno momento de poner ésta, mi riqueza, esto que no quiero soltar en manos de Jesús y entregárselo libremente, esperando su respuesta si es que lo quiere aceptar o qué quiere que haga con ello.

Se trata de ver también cómo mi vida ha sido, en muchas ocasiones, manejada por mi riqueza y sus intereses y no por mí, no por mi libertad, no por Jesús. Se trata de ver también cómo ésto afecta mi vida y mis relaciones.

Sexto Momento: Examen De La Oración:

Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor. Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella. Se toma nota y se comparte con el grupo.

Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

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