Primer Momento:
Ir, ponerme frente a Jesús Sacramentado.
Tranquilizarme, pacificarme. Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas. Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otro ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.
Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros. Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo. Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad."
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo. Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder. Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros. Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata ahora de situarme en el sitio donde estoy: Frente al Señor Jesús, frente a Jesús Sacramentado, ante el hombre, ante el Hijo, ante la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ante el humano, ante el amigo, ante el Camino, la Verdad y la Vida; ante la Palabra Encarnada; ante el Dios que se ha hecho hombre para salvarme; ante el Dios que asume toda la fragilidad de la naturaleza humana, hasta la locura y la sin razón de la muerte de un criminal: La cruz; ante la Divinidad que ama tanto que se queda con nosotros a través de Su Espíritu que se anonada, que se hace nada, hasta el punto de hacerse ésto: una insignificante hostia.
ANTE ÉSTE ES QUIEN ESTOY AHORA
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
San Ignacio también nos invita, en sus Ejercicios Espirituales, a que cada vez que oremos la vida del Señor Jesús pidamos lo siguiente como fruto de nuestra oración, que nos conceda la siguiente gracia con la oración:
"Pedir conocimiento interno del Señor Jesús, que por mí se hizo hombre y se hace pan, para que más le ame y le siga"
Se trata entonces de pedir conocimiento de cómo es Jesús en su interior: como ve, como oye, como siente, cómo es Él en su interior, en su corazón. Se trata de reconocer que Él, por mí, se hizo hombre. Para que así, conociéndole más, más le pueda amar y seguir. No se ama a aquello que no se conoce, si no conozco a Jesús, cómo entonces pretendo amarle, y mucho más, cómo quiero seguir a aquel a quien no amo.
Es una petición fuerte, por que pedimos "sentir" como Jesús siente.
Quinto Momento: Puntos:
Les propongo entonces que meditemos los siguientes puntos con respecto a este signo, ante Jesús hecho pan, hecho alimento:
· ¿Qué significado tiene para mí estar ante este milagro?
· ¿Entiendo, comprendo, alcanzo a ver que si este Dios se hizo carne, como la mía, es que en mí, en mi fragilidad humana hay algo tan valioso y tan rico que hizo que este Dios se hiciera hombre?, ¿me doy cuenta que valgo tanto la pena que el mismo Dios se hizo hombre para confirmarlo?, ¿me doy cuenta que cualquier ser humano tiene este mismo valor que la Encarnación del Señor sella?
· ¿Alcanzo a ver el milagro de la Eucaristía como una invitación a hacerme pan como Él, a hacerme alimento para mis hermanos, para los más pobres, para aquellos que les falta el pan?, ¿en realidad soy alimento, soy vida para los demás como Éste, frente al cual estoy, es.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús. Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración. Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con Él lo que la oración me ha dejado y reflexiono sobre Su alimento y ser alimento, sobre el misterio de Su Encarnación y cómo me encarno yo en este mundo que hoy me toca vivir.
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor. Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella. Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.
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