martes, 15 de junio de 2010

Y TÚ, ¿QUIÉN DICES QUE SOY YO?


Oración para el Domingo20 de junio de 2010
Décimo Segundo Domingo Ordinario.
 
Y tú, ¿quién dices que soy yo?.  Lc 9, 20.

Primer Momento:

Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.

Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.

Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).

Segundo Momento: Oración Preparatoria:

San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad.”

Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.

¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.

Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:

Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.

Esta oración te invito a hacerla frente a un rostro de Jesús o frente a una imagen de él.

Del Santo Evangelio según San Lucas 9, 18-24.

Estando Jesús una vez orando a solas, se le acercaron los discípulos y él los interrogó: “¿Quién dice la multitud que soy yo?”
Contestaron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de los antiguos”.
Jesús les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Respondió Pedro: “Tú eres el Mesías de Dios”.

Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie.  Y añadió: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.  

Y a todos les decía: “El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame.  El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí la salvará”.
Palabra del Señor

Cuarto Momento: Fruto A Pedir:

Pidamos esta vez que el Señor nos abra nuestro entendimiento para saber quién es ÉL, Jesús, el Cristo, para mí.

Quinto Momento: Puntos:

En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.

Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración “refleje” algo de mí, que “ilumine” algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.

¿Quién digo yo que ES JESÚS?, para mí, ¿quién ES ÉL?


  • ¿Es una serie de recetas para orar y, que si lo haces se te cumplen tus deseos?
  • ¿Es una serie de normas, preceptos morales y leyes, las cuales, si no las cumplo me condeno?
  • ¿Es un “santito” más al cual hay que rezarle para conceder deseos?
  • ¿Es un hombre que ni siquiera creo que existió, mucho menos que EXISTE Y QUE ES?
  • ¿Es una costumbre, una bonita tradición que está por desaparecer?

¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?
¿Cuando los demás me preguntan: ¡Eh tú, Cristiano!, quién es Jesús para ti, cuál es mi reacción?

  • Me pongo nervioso y me río y le digo que yo no creo en supersticiones, que no creo en aquello que no puedo ver ni tocar.
  • Saco mi Biblia y comienzo a “moralizar” en lugar de evangelizar.
  • Le digo: “Yo soy cristiano por tradición no por convicción”, y levanto mi cara y saco mi pecho orgulloso de mi respuesta.
  • O, simplemente levanto los hombros en señal de duda.

Pero, cuando Jesús me mira a los ojos y me llama por mi nombre y me pregunta: (Pongo mi nombre, como me dicen las personas que me aman), ¿quién dices que soy yo?

  • ¿Qué le contesto?
  • ¿Existe este momento en mi vida, lo reconozco, en que Jesús ha fijado su vista en mis ojos y me ha hecho esta pregunta?

Si este momento no existe en mi vida, ¿cómo pretendo llamarme a mí mismo cristiano si ni siquiera conozco a Aquél por el cual llevo este sobrenombre?
¿QUIERO EN VERDAD SER LLAMADO CRISTIANO EN…


  • …Una Iglesia vieja, pecadora y en la cual sus religiosos, sacerdotes y jerarcas, en los últimos años, están muy lejos de dar, ya no un ejemplo Cristiano, sino al menos un ejemplo humano?
  • …Junto con otras y otros que se llaman cristianas o cristianos pero que sólo lo son los “domingos y fiestas de guardar”?
  • …Junto con tantas y tantos cristianas y cristianos que así se llaman, pero que su cristianismo les da el sitio para convertirse en jueces de los demás, gracias a su moral, a su ética, a sus tradiciones, a sus libritos y desde ahí condenan al 99% del mundo (el 1% restante son ellos y sólo ellos)?

Es aquí donde hay espacio para ser Cristiana o Cristiano, en medio de una Iglesia llena de incongruencias humanas y pecados; pero, que a final de cuentas es una Iglesia HUMANA, formada por mujeres y hombres pecadoras y pecadores; es una Iglesia humana porque está constituida por humanos.  Es aquí donde hay que cargar “esta” cruz y seguir a Jesús.  Esta es parte de la cruz que como Iglesia nos toca cargar.  Esta es también la misma cruz que el mismo Jesús carga: A la propia Iglesia Santa y Pecadora.

¡Carguemos pues nuestra cruz y que con ello nos reconozcan los demás como Cristianas y Cristianos, que nos reconozcan porque vivimos intentando vivir como vivió el que VIVE: Jesús, el Cristo, por el cual nos queremos llamar CRISTIANOS.

Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.

Sexto Momento: Coloquio:

Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús,.  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejarlo hablar, dejar que me conteste y que me revire, reconocer lo que El quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.

Platico con Jesús, así, desde mi posición y le digo lo que he sentido, lo que se ha movido durante la oración, le digo quién es él para mí, qué es él en mi vida, cuáles han sido los momentos en que nos hemos visto frente a frente y nos hemos reconocido; después, dejo que él me conteste y QUE ÉL ME DIGA QUIÉN SOY YO PARA ÉL.

Séptimo Momento: Examen De La Oración:

Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.

Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

domingo, 6 de junio de 2010

PORQUE EL QUE MUCHO SE LE PERDONA, EN IGUAL MEDIDA AMA


Oración para el Domingo 13 de junio de 2010
Décimo Primer Domingo Ordinario.
Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, por el mucho amor que demostró.  Lc 7, 47.
Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad.”
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.
Esta oración te invito hacerla en cualquiera de los siguientes dos modos (de acuerdo a como tu te sientas): Ya sea delante de tu peor pecado, de ese que crees que nadie te puede perdonar; o bien delante de los que ignoras y haces a un lado por ser tan pecadores.
Del Santo Evangelio según San Lucas 7,36 - 8,3
Un fariseo lo invitó a comer.  Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa.  En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. 
Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón: tengo algo que decirte”.  Contestó: “Dilo maestro”.  Le dijo: “Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otros cincuenta.  Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda.  ¿Quién de los dos lo amará más? Contestó Simón: “Supongo que aquél a quien más le perdonó”.  Le replicó Jesús: “Haz juzgado correctamente”.
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello.  Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies.  Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra.  Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, por el mucho amor que demostró.  Pero al que se le perdona poco, poco amor demuestra.
Y a ella le dijo: “Tus pecados te son perdonados”.  Los invitados empezaron a decirse entre sí: “¿Quién es éste que hasta perdona pecados?” El le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado.  Vete en paz”.
A continuación fue recorriendo ciudades y pueblo9s proclamando la Buena Noticia del Reino de Dios.  Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que había sanado de espíritus inmundos y de enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juan, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes; Susana y otras muchas, que los atendían con sus bienes.
Palabra del Señor
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
Pidámosle al buen Jesús que nos regale su perdón, seamos quienes seamos y hayamos hecho lo que hayamos hecho.  Pidámosle que podamos disfrutar de su perdón en nuestro corazón.
Quinto Momento: Puntos:
En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.
Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración “refleje” algo de mí, que “ilumine” algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.
¿Me atrevo a acercarme a Jesús o, soy tan pecadora, tan pecador que ni siquiera “merezco” mirar su sombra?
¿Estoy cerca de Jesús, me sé cerca de Él?, si así es, ¿cómo y por qué digo lo anterior?
Nota: Esta oración está dirigida para pecadoras y pecadores.  Santos y santas; beatos y beatas; gente pía e inmaculada, no creo que esta oración tenga algo que decirles a ustedes.  Si lo prefieren se pueden brincar hasta la parte de los “Simones”.
Para aquellos que nos “creemos” los más grandes pecadores, los únicos, los más viles y despreciables del mundo; ésos que ni siquiera merecen la misericordia del Señor:
            ¿Cuál es ese pecado tan grave que me impide acercarme a Jesús? Ponle nombre, recuérdalo.
¿Estoy real y profundamente arrepentida o arrepentido de haberlo cometido?, ¿me duele en el fondo haber causado, haberme causado tal daño?
Por último, ¿quién crees tú que sea más grande: tu pecado o el amor de Jesús, el perdón de él?
Si tu respuesta es que tu pecado, pues has de ser alguien que no merece perdón, porque, para empezar, te crees tan grande, eres TAN SOBERBIA, TAN SOBERBIO  que piensas que tu mismo pecado de “humano” puede rebasar al amor de Jesús.  ¡Pobre! Y estate tranquilo, tu pecado no es más grande que el amor de Jesús ni tampoco lo es tu soberbia, aunque así lo creas.
Bien, pero si tu respuesta es “el amor de Jesús”, pues anda y ve con él, compra el frasco de mirra y unge sus pies con él; lava también sus pies con tus lágrimas y sécalos con tus cabellos.  Desahógate con él y escúchale, escucha lo que tiene que decirte, escúchale decirte: “TUS PECADOS TE SON PERDONADOS POR LO MUCHO QUE HAS AMADO”.  No seas tú igual al otro hermano quien prefiere quedarse con su soberbia.  Llora si quieres hacerlo y quédate ahí el suficiente tiempo para sentir el amor y el perdón de Jesús.
Para los Simones, para aquellas y aquellos que son tan inmaculados que el sólo hedor de la palabra pecado los hace taparse las narices:
¿Por qué te da asco este o aquella pecadora?: ¿porque fue infiel, porque es un pederasta, una corrupta, un violador? Sí, cometió un error, sí se le debe aplicar la ley humana porque vivimos en un mundo de leyes, porque somos incapaces de amar, porque somos incapaces de contenernos, porque somos incapaces de ver más allá de nuestro propio amor, querer e interés.  Pero…
Tal vez una mala noticia para ti es que Jesús perdonará al infiel, al pederasta, a la corrupta, al violador, al asesino porque estos se reconocieron pecadores y fueron a lavar sus pies con sus lágrimas.
Y tal vez ahora grites y maldigas por este Dios que no hace justicia.  Pero, ¡claro que hace y pide justicia!, lo hace porque el violado, el asesinado, el maltratado, el ultrajado, tal como él, fueron víctimas de un sistema y personas concretas.  Pero Jesús aun en la cruz, perdonó.  Pide justicia porque el perdón no la exime, la purifica, le quita todo vestigio que ella tenga de venganza.
En lo personal, yo me atrevo a decir y a confiar más en un pederasta, un violador, una infiel, un narcotraficante que han vivido este proceso de perdón que en ti, que no te atreves a vivirlo, que no te has atrevido ni siquiera a perdonar.  Confío en ellos más que en ti porque a esos otros que tú tanto desprecias MUCHO SE LES HA PERDONADO Y POR LO TANTO MUCHO AMARÁN, y a ti, no se te puede perdonar nada porque nada admites haber hecho y así, ¿QUÉ TANTO PUEDES AMAR TÚ QUE NUNCA HAS SABIDO LO QUE ES SER PERDONADO?...Tal vez por eso Jesús siempre ha preferido y buscado a los pecadores antes que a los que así mismos se llaman justos.

Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús, desde la posición que haya asumido en la oración (la de pecador soberbio, la de pecador perdonado o la de Simón).  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejarlo hablar, dejar que me conteste y que me revire, reconocer lo que El quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con Jesús, así, desde mi posición y le digo lo que he sentido, lo que se ha movido durante la oración; después, dejo que él me conteste.
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

domingo, 30 de mayo de 2010

La revelación del Hijo


Oración para el Domingo 6 de junio de 2010
Décimo Domingo Ordinario.
Y a mí el Padre, ¿me ha revelado ya al Hijo?
Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad.”
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.
Esta oración, si así lo deseas, llévala a cabo en un templo.
De la Carta del apóstol Pablo a los Gálatas 1, 11-19.
Hermanos: Les hago saber que el Evangelio que he predicado, no proviene de los hombres, pues no lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
Ciertamente ustedes han oído hablar de mi conducta anterior en el judaísmo, cuando yo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios, tratando de destruirla; deben saber que me distinguía en el judaísmo, entre los jóvenes de mi pueblo y de mi edad, porque los superaba en el celo por las tradiciones paternas.
Pero Dios me había elegido desde el seno de mi madre, y por su gracia me llamó.  Un día quiso revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos.  Inmediatamente, sin solicitar ningún consejo humano y sin ir siquiera a Jerusalén para ver a los apóstoles anteriores a mí, me trasladé a Arabia y después regresé a Damasco.  Al cabo de tres años fui a Jerusalén, para ver a Pedro y estuve con él quince días.  No vi a ningún otro de los apóstoles, excepto a Santiago, el pariente del Señor.
Palabra del Señor
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
Pidamos al Espíritu Señor que nos revele a Su Hijo y que el Hijo a su vez nos revele nuestra misión.
Quinto Momento: Puntos:
En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.
Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración “refleje” algo de mí, que “ilumine” algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.
¿Cuál era la conducta que tenía hacia la Iglesia antes de que estallaran todos los casos de pederastia?
¿Cuál está siendo mi conducta hacia la Iglesia después de conocer estos casos de pederastia?
Pablo era distinguido en el judaísmo, a mí ¿cómo me distinguen a mí en la Iglesia, cómo me distingo?, ¿me distinguen, me distingo por algo?
De acuerdo al Concilio Vaticano II la Iglesia es el Pueblo de Dios, ¿sigo creyendo que la Iglesia es sólo la Jerarquía (religiosas, religiosos, curas, obispos y papa)?
Cualesquiera que sea mi posición dentro de la Iglesia:
            ¿Me ha revelado el Padre a su Hijo?, ¿quiero que me lo revele?, ¿se lo he pedido?
Si el Hijo ya me ha sido revelado (tal como a Pablo), ¿qué invitación me ha hecho (tal como a Pablo)?
Pablo presenta dos actitudes totalmente diferentes y el cambio de actitud se presenta cuando el Padre le revela al Hijo.  Con ello Pablo cambia su actitud, su postura ante la Iglesia de Dios, de perseguidor se convierte al más ferviente evangelizador.
¡Qué raro, no! En un mundo que clama pro congruencia, que exige la congruencia; en un mundo donde pareciese que nadie puede cambiar de opinión por que esto se ve como una contradicción, porque si no inmediatamente sale en las noticias y decimos que se desdijo.  En un mundo así, Pablo, nos muestra lo que le pasa al hombre cuando le es revelado el Hijo:
“SE CONVIERTE”
y, al convertirse, forzosamente cambia su estilo de vida, cambian sus actitudes, cambia su visión de la vida misma.
Hoy el papa nos ha dicho que la Iglesia sufre por sus pecados, especialmente por la falta de claridad y sinceridad de la Jerarquía.  Pero yo creo que también sufre por la actitud que el Pueblo de Dios tiene hacia ella, hacia la Iglesia misma que es él.  Sí, es una Iglesia pecadora, es una Jerarquía pecadora, los religiosos somos personas pecadoras, y el Pueblo de Dios también es pecador.
Pero, tal vez, ha comenzado un proceso de conversión.  ¿Cuándo habíamos escuchado a un papa que aceptara de esa manera la condición pecadora de la Jerarquía?, pero bien…
¿Cuáles son también los signos de conversión del Pueblo de Dios?, ¿cuáles son mis propios signos de conversión?
PORQUE, SI A MÍ EL PADRE ME HA REVELADO AL HIJO:
Es propio de ésto un cambio de actitud, aun y cuando yo parezca y aparezca como incongruente con mi pasado.  Incongruente de acuerdo a quién y cómo me venía desempeñando en la vida, pero congruente con el Evangelio, con la invitación de Jesús.
La revelación viene acompañada con una invitación al servicio, ¿cuál es mi invitación?, ¿a dónde y a quiénes estoy invitado a servir?
Si tu invitación es a convertirte en un crítico de la Iglesia, pues ¡enhorabuena! a desempeñar ese trabajo con fidelidad y congruencia, pero, ¿cómo te cercioraste que fuera tu verdadera invitación?  Checa el estado de ánimo que esta invitación te provoca: Si el tratar de ejecutar esta tarea te da paz, tranquilidad, si este trabajo te incrementa la fe, la esperanza y el amor (como lo propone S. Ignacio de Loyola), pues adelante que la invitación puede ser del Señor; pero si te produce todo lo contrario, pues a seguir orando y pidiéndole al Padre que te revele al Hijo para que Éste te invite a su misión.
Ahora bien, me guste o no pertenezco a esta Iglesia que es pecadora, y Jesús me invita a trabajar en ella ¿cómo me siento yo ante esta Iglesia pecadora?
El papa ha comenzado a pedir perdón por los pecados de la Iglesia:
¿Me basta esta petición de perdón o quiero todavía más, espero todavía más?, ¿qué es eso más que quiero y que espero?
Eso que quiero extra, ¿por qué lo quiero? Y si lo obtuviera, ¿sería todo o todavía quedría más?
No creo que se trate de no criticar a la Iglesia, al contrario, nos damos cuenta con todos estos problemas que nos ha faltado crítica (como Jerarquía) y autocrítica (como Pueblo de Dios), pero creo que también se trata de CONVERTIRNOS, de un cambio interior tan fuerte provocado por la revelación que el Padre nos hace del Hijo, de un movimiento interior tan estremecedor que hasta nos haga parecer incongruentes con nosotros mismos, hacia los que nos conocer, pero que nos haga totalmente congruentes con el Evangelio del Señor Jesús.
Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con el Padre y con el Hijo.  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a ambos, reconocer lo que Ellos quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con el Padre y le pido que me revele a su Hijo, que me lo muestre y que me lleve a Él.  Cuando el Padre me haya revelado al Hijo, platico con Éste, le expongo mis deseos, mis dudas, mis incertidumbres acerca de lo que oré, acerca de la Iglesia y le pido que pueda ver a lo que Él me invita en ella, lo dejo hablar y lo escucho.
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.

domingo, 23 de mayo de 2010

NOS GLORIAMOS DE NUESTRAS TRIBULACIONES


Evangelio del domingo 30 de mayo de 2010
La Santísima Trinidad.
 “Nos gloriamos de nuestras tribulaciones”. Rom 5, 3
 Primer Momento:
Tranquilizarme, pacificarme.  Tomarme el tiempo necesario para dejar a un lado los problemas.  Los problemas ahí están, la oración no los eliminará ni me aislará o evitará vivir las cosas que la misma vida trae consigo, pero la oración si puede ayudarme a ver los problemas con otros ojos, desde otra perspectiva, la de mi Señor.
Entrar en oración es como cuando éramos niños y estábamos solos en algún sitio, llenos de miedo.  Entrar en oración es como cuando en ese momento alcanzábamos a ver a nuestro papá o a nuestra mamá acercándose a nosotros.  Esa misma sensación de alegría, paz y tranquilidad es la misma que nos regala el Señor con su presencia.
Si soy capaz de dedicarle tiempo a muchas cosas, también puedo ser capaz de dedicarme este tiempo a mí misma y a mi Señor, insisto, no para huir del mundo, sino para estar en él de otro modo, con la actitud de Jesús.
Así pues, démonos este tiempo.  Respiremos profundamente, sintamos cómo el aire pasa por nuestra nariz, por la tráquea, cómo llena los pulmones y del mismo modo, sintamos cómo nos vamos vaciando de él.
Cuando alcance el silencio interior, podré así encontrar la voz de mi Señor en mí mismo(a).
Segundo Momento: Oración Preparatoria:
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos invita a que iniciemos cada contemplación o reflexión que vayamos a hacer, con una oración preparatoria, que siempre es la misma:
“Te pido tu gracia Dios, mi Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente para el servicio y alabanza de tu divina majestad."
Es decir que le estamos pidiendo al Señor que nos alcance su gracia, que nos de el favor, es una actitud de humildad de quien se reconoce incompleto, pequeño, de quien se reconoce incapaz por sí mismo de hacer o alcanzar algo.  Le pedimos ésto al Señor para que todas nuestras intenciones, es decir, todo lo que pensemos o deseemos; todas nuestras acciones, o sea, todo lo que hagamos y todas nuestras operaciones, es decir nuestros modos y actitudes de llevar a cabo las cosas; en una palabra nuestro modo de pensar y proceder.  Se ordene puramente, que sea recto, bien intencionado, que se ordene en función del Señor, en torno a Él y no a nosotros.  Para el servicio y alabanza de su divina majestad; es decir que nuestras intenciones, acciones y operaciones sean para el servicio de la obra del Señor y no para nuestro propio servicio; para alabanza, para agradecimiento del Señor y no para alabarnos a nosotros mismos o a alguien más.
¿Qué le pedimos entonces al Señor en esta oración? Su gracia para que nuestra persona entera se ordene en torno a Él para servirle y agradecerle en todo.
Tercer Momento: Composición Viendo El Lugar:
Se trata aquí de ver con la vista de la imaginación el lugar, las personas, las características del sitio donde se lleva a cabo la escena del Evangelio.  Se trata de captar con la mayor atención posible, con nuestros sentidos bien aguzados todos los detalles del lugar donde se lleva a cabo el Evangelio.
Esta oración, si así lo deseas, llévala a cabo en un lugar solitario, en silencio, donde puedas reflexionar y meditar lo que estás orando.  Contempla tu fe y tu actitud ante las tribulaciones.
De la Carta del apóstol Pablo a los Romanos 5, 1-5.
Pues bien, ahora que hemos sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo Señor nuestro.  También por él –por la fe- hemos alcanzado la gracia en la que nos encontramos, y podemos estar orgullosos esperando la gloria de Dios.  No sólo eso, sino que además nos gloriamos de nuestras tribulaciones; porque sabemos que la tribulación produce la paciencia, de la paciencia sale la fe firme y de la fe firme brota la esperanza.  Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo.
 Palabra del Señor
Cuarto Momento: Fruto A Pedir:
Pidamos al Espíritu Señor que nos regale el don de la fe en la vida misma, que en nuestra vida diaria podamos encontrar la esperanza que viene con la fe.
 Quinto Momento: Puntos:
En esta parte de la oración, tal vez volvamos a recorrer el camino ya efectuado, tal vez volvamos a contemplar o a meditar la escena; pero se trata ahora de poner especial atención en aquello que más nos movió durante la contemplación o la reflexión, porque ahí el Señor se está manifestando y algo nos está diciendo ahora, a algo nos está invitando al movernos interiormente.  Algo percibe nuestro cuerpo que se mueve interiormente.
Para esta oración, propongo los siguientes puntos; pero, como ya he mencionado, éstos tienen más que ver conmigo y con mi forma de mirar y sentir que con los que cada uno pudo haber sentido.  Se trata entonces de que la oración "refleje" algo de mí, que "ilumine" algo que no podía ver de mi persona, de mis intenciones, de mis acciones y de mis operaciones, de mi modo de sentir y de actuar.  Por que al momento en que trato de ver las cosas como Jesús las veía, se ilumina el contraste que hay entre El y yo.  No para desanimarme, sino para invitarme a seguirle y a amar como Él ama.
¿Cómo tomo yo a las tribulaciones?
  • ¿Qué son para mí las tribulaciones?
  • ¿De dónde provienen, qué origen tienen mis tribulaciones?
  • ¿Por qué digo que son tribulaciones?, ¿qué las diferencia de un capricho?
¿Reconozco, me doy cuenta de que las tribulaciones forman parte de la vida misma, del hecho de vivir?
¿Puedo dejar de tener tribulaciones en la vida?, ¿puedo evitar tener tribulaciones en la vida?
  • Morirán seres queridos, envejeceré y perderé muchas de mis facultades.
  • Yo mismo soy una colección de sueños no realizados, mi vida es una colección de fracasos y tribulaciones constantes.
  • Seguramente no soy todo lo que puedo ser ni todo lo que he querido ser y seguramente no tengo todo lo que me gustaría tener para vivir o lo que necesito para vivir (en México más del 50% de la población vive un grado de pobreza).
  • Seguramente muchos de mis planes no se han cumplido y muchos de los que tengo actualmente no se cumplirán.
  • Tal vez yo o algún pariente o amigo están padeciendo una enfermedad terminal o crónica.
Así pues, en la vida y mientras yo la viva, el sufrimiento, las tribulaciones son implícitas, son parte de la vida misma.  He tenido, tengo y tendré tribulaciones mientras siga vivo.
Pero nos gloriamos de nuestras tribulaciones, porque sabemos que las tribulaciones producen paciencia.
Pero…¿Quién es el paciente?, sí, el que sufre, el que vive la tribulación, ¿pero cómo la vive?
  • El paciente se aferra a la vida, permanece firme, toma el tratamiento (aunque en principio no le guste o parezca que éste le hace aun más daño, p.ej. la quimioterapia).
  • Pero el paciente está a la “ESPERA” de algo y por ese algo es que “sufre” el tratamiento.
  • El paciente no pone su mirada ni en el sufrimiento ni en la tribulación ni en el tratamiento.  Sí, los padece, pero su mirada traspasa a éstos.
  • Que podemos quedarnos en el proceso, ¡sin duda!, pero el haber caminado parte de él con la vista más allá de éste nos habrá dado un modo diferente de vivirlo.
…de la paciencia sale la fe firme…
¿Basta entonces sufrir y padecer para alcanzar la fe?
  • Creo que no.  La fe es don y por lo tanto regalo.  Pero indudablemente hay algo en el proceso que nos posibilita a ello, que nos posibilita a recibir el don de la fe.
  • Hay algo en el proceso que posibilita, precisamente, a poner la mirada más allá de lo que se está viviendo, pero sin dejar de vivirlo.
  • Es decir, se vive y padece el sufrimiento, la tribulación, pero este vivir y padecer posibilitan, dan lugar a que el Señor pueda donarnos la fe.
…Entonces, ¿hay que buscar el sufrimiento para tener acceso a la fe?
  • Sería estúpido e inhumano buscar el sufrimiento por sí mismo.  Además por qué empeñarnos en buscar algo que, como hemos visto, por sí mismo llegará.
  • Creo que la propuesta de Pablo va en el sentido de poner nuestra mirada más allá de los sufrimientos y tribulaciones, la pone la mirada en Cristo Jesús.  La propuesta de Pablo busca que no nos atoremos en la tribulación, en el sufrimiento sino que de éste se engendre la paciencia, el ser pacientes; y que de esta paciencia se abra la puerta para recibir la fe, pero…
¿Qué es la fe?
  • A mi modo de ver, la fe es eso que mantuvo a Abraham creyendo (aun y con sus dudas temporales) que iba a ser el padre de naciones y que iba engendrar un hijo con Sara, cuando ambos pasaban ya de los cien años.
¿Qué diferencia hay pues con la esperanza?
  • Pareciese que la fe es la que permite mantener la esperanza y el mismo Pablo lo menciona.
  • Yo tengo fe, vivo el sufrimiento, la tribulación de modo tal en que confío en que algo se va a dar más allá de la tribulación misma.
  • Pareciese pues, que no se puede hablar de fe sin hablar al mismo tiempo de esperanza, ni de esperanza sin hablar de fe, porque, ¿cómo es posible que tenga fe y no espere nada o a nadie?
  • Pareciese entonces que la fe es el modo en que se vive (perseverando, creciendo, creyendo, intentando, luchando, aguantando,…) mientras llega aquello que se espera.
Por eso Pablo no le teme a la tribulación, al sufrimiento, al contrario, se da cuenta de que éste posibilita a la fe y a la esperanza…
…y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el don del Espíritu Santo…
  • Si se vive con fe se vive entonces con alegría porque hay esperanza.
  • Por eso es que la fe nos salva.  Sí, están las obras, pero las obras sin fe (y por ende sin esperanza), tarde o temprano nos cansarán.
Pero al mismo tiempo no hay fe sin un modo de obrar y de vivir.  La fe se transluce en estos y la fe se vive en estos.  Porque mientras no se alcance lo esperado hay que vivir y obrar en la tribulación, y se vive y se obra en función de aquello que se espera y aquello que se espera se espera gracias a que el Espíritu nos ha donado a la fe.
Insisto, estos son mis puntos propuestos, habrá alguien que le haya llamado más la atención alguna otra parte de la lectura y en ella se podrá abocar y ahí podrá profundizar.  No es necesario que se hagan todas las preguntas sino sólo aquellas que muevan el interior.
Sexto Momento: Coloquio:
Termino mi oración con un coloquio (una plática) con Jesús.  Es un coloquio, no un monólogo, es decir, que debo dejar hablar a Jesús, reconocer lo que Él quiere decirme con todo ésto que me mostró en la oración.  Se trata también de agradecer lo que en ella me ha regalado.
Platico con Jesús y le expongo lo que es mi fe y lo que mi fe me lleva a esperar, y dejo que me responda.
Séptimo Momento: Examen De La Oración:
Este momento consiste en revisar cómo fue nuestra oración, qué fruto pedimos y cuál nos regaló el Señor.  Qué me ayudó en la oración y porqué no pude entrar en ella.  Se toma nota y se comparte con el grupo.
Si gustas, puedes repetir la oración y profundizar aún más en los frutos que el Señor quiere regalarte.